Seguimos lejos, pero con tendencia ascendente. El Campeonato Universitario de Torrelodones atrajo la atención de cinco calamares que con idéntico resultado retornaron del evento. Sin entrar en la línea de premios y con una buena experiencia en la mochila.
El quinteto de representantes del Calamar Play Team estuvo compuesto por Pepe, César, Alberto, Miguel y Seryis. Los dos últimos se inscribieron sobre la bocina en una lista de espera que les repescó por los pelos. Pero entraron, que es lo sirve. Sobre las 23:00 y cada cefalópodo ocupó una mesa diferente, excepto Alberto y el Publisher que se aposentaron en la número ocho y compartieron alguna que otra mano.
Entre los rivales, un poco de todo. Gente normal, muchos contrincantes curtidos en otras batallas sobre el fieltro verde y Coyote Dax, como le bautizó un tipo que acabó el pasado certamen en quinto lugar. El gorro y las gafas obligaban a tararear el .No rompas más, mi pobre corazón’.
Dejando a un lado el pelaje de cada friki en cuestión, merece la pena fijarse en el miedo con el que se manejaban algunos, cuyas manos no paraban de temblar en cada apuesta. Lógicamente, no tardaron en hacer las maletas.
Respecto a la representación toledana, Miguel se sintió cómodo desde el principio, multiplicando por cuatro su stack mediada la manga. Lo cierto es que a ninguno nos sorprendió, puesto que su manera de jugar se implementa en este tipo de ambientes. El resto navegaba en una zona media, conservando sus fichas iniciales o doblándolas en algún caso.
Tras el descanso, allá por el tercer nivel y cerca de la 1:00 de la madrugada, el Profeta, el Arcángel (así le gusta llamarse) y el Publisher seguían con vida. Poro entonces comenzaba lo serio, la pelea por meterse en el segundo día del campeonato. El hecho de que nuestra billetera no sea tan holgada motivó que ninguno hiciésemos ‘add on’, por lo que al volver varios jugadores habían engordado sus pilas mientras las nuestras se mantenían inalterables. Ahí comenzaron a mancharse de tinta los sudarios.
El Profeta aguantó una hora más, hasta el nivel 5. Quemó ciegas hasta que se la tuvo que jugar a un ‘draw’ a color con AQ suited. No lo convirtió y tuvo que abandonar su asiento. En la mesa 8, las cosas no marchaban precisamente bien. Un farol mal tirado contra AK (que no se retiró de un flop en el que no pescó) mermó las reservas del Publisher, que se topó acto seguido contra dos ases cuando llevaba AQ. El que escribe vio la resubida de 1.000 en la calle previa y apostó otros 1.000 desde la primera posición ante el descoordinado J-9-4 que ofreció el tapete. La consiguiente resubida a 2.000 de un tight que sólo jugó ‘premium cards’ fue motivo suficiente para escapar de una mano en la que la muerta no era una posibilidad, sino una certeza.
Sólo quedaban unos 2.500 puntos en el ‘stack’ del Seryis y la noticia de que las cosas no marchaban alcanzó a la mesa 9, donde Miguel había dejado de ser un Arcángel y comenzó a jugar con más agresividad. Un bad beat doloroso le costó un buen puñado de fichas y puede que parte de su noche. Con dobles parejas QJ en un flop que tenía Q J 10, hizo call a un tipo que se restó justo antes que él con dobles, pero inferiores (J 10). El turn castigó a nuestro calamar con otro 10 (sólo tenía un 10% en su contra).
Miguel pensó que la aventura del Calamar Team había llegado a su fin y resistió un poco más en una mesa donde había algunas caras conocidas en el mundillo del póquer. En la 8, la media hora siguiente fue dura. Hasta el extremo. Perder el 70% de las fichas duele y es la antesala al hundimiento, por lo que las ciegas empezaron a volar hasta el preciso momento en el que se eliminaron un par de rivales quemando sus últimas ‘cerámicas’ en blinds.
El Publisher se resistió a morir de esta guisa y con J5 de tréboles llegó el primer all in loco. Todos fuera y a robar unas cuantas apuestas que siempre vienen bien. Inmediatamente después cayó KQ off, suficiente para repetir el movimiento. El quinto del año pasado, una tal Jaime Guinea, lo vio con K 10 y permitió doblar el stack.
Algún robo meritorio más con 93 off (que se enseñó, proclamando la era del bizarrismo) y una resubida con 8-8 que tiró a un tipo con A-10 de corazones permitieron al que escribe quedarse con otras 7.000 fichas. Lástima que no entró nada en los últimos 15 minutos para tirarse el último all in desesperado, que nos hubiese mandado para casa o habernos situado en la media para el segundo día.
Segundo día Algo más de 40 jugadores pasaron el corte en la sesión de las 23:00, que sumados a los de la primera dejaron el torneo en 78 supervivientes para el sábado. Ese día la misión era clara: a pecho descubierto hasta dónde digan las cartas.
Con las ciegas en 300-600 y los antes subiendo, cada robo de ciegas daba oxígeno y tocó aprovecharlo. Seryis aguantó el primer giro del dealer sin moverse, era pronto y parecía interesante dejarse robar alguna ciega para que entrase el primer all in. Así sucedió, resubida y a tirarse con una mano media. Inmediatamente después, con4-2 off suited, primer robo que funciona y se enseña. El stack se mantiene en los 6.700 con los que empezó la tarde.
Tras varios comentarios típicos de ya te lo veré y cosas así, el que escribe cazó j5 de tréboles, suficiente para justificar otro robo que salió bien. El siguiente, con A5 de diamantes, también funcionó, de lo que puede dar fe Alberto, que presenció en vivo la recogida de fichas.
Obviamente, era cuestión de tiempo que viesen alguno y no resultó mala idea hacer all in por 9.000 fichas con AJ picas. Nadie cayó pero el montón ya superaba los 10.000 puntos, a 8.000 de la media que corría por ese momento.
En la siguiente, la ciega (400-800) se perdió y, acto seguido, cayó 7-8 de picas desde la ‘small blind’. El primero se tira, el siguiente ve 800, otro que se va y uno más que resube por 2.500. La cosa se ponía interesante y más que suculenta cuando el dealer anunció su resto. Un total de 9.550 puntos sobre la mesa, cuando al Publisher le quedaban 9.525. El bote ya tenía 14.000 puntos, a lo que había que sumar el presumible call del que primero subió. Podían caer 21.050, que sumados a los 9.125, daban un jugoso bote 30.175 puntos.
¿Qué opciones había? Ninguna, sólo hacer call porque es la situación soñada para un short sack, aunque se hubiese recortado la diferencia del principio de la jornada (el que menos tenía en la mesa al empezar contaba con 13.000 y le quedaban 9.550).
La primera mala noticia llegó con el fold del que subió, que dejó el bote en ‘sólo’ 23.125. Daba igual, había posibilidades y más tras ver su KQ off contra dos suitados.
Pero la magia se rompió según fueron cayendo las cartas: 5-4-Q-10-2. Adiós a la remontada (puesto 64 de 240 al final) y a un torneo que dejó claro que todavía nos faltan horas de vuelo.
Siempre quedará la ruleta y el 13 rojo.
