lunes, 21 de septiembre de 2009

Septiembre

Por fin he actualizado con las tres últimas timbas el asunto. Perdón por tardar.

1º) Brumel...................(8)........ 119,75
2º) Bea Hum...............(2)........ 40,20
3º) Ángel......................(6)........ 9,65
4º) Miguel....................(3)........ 3,30
5º) El Profeta..............(3)........ 1,40
6º) Alfonso...................(8)........ -0,50
7º) Seryis....................(6)........ -1,60
8º) Brocha*..................(1)....... -10
9º) Fabio.................... (4)........ -13,65
10º) Héctor*...............(1)........-15
11º) Javi Noya*..........(1)....... -15
12º) Rubén*.................(1)...... -15
13º) Sandra*............. ..(1)......... -16,05
14º) Alberto..................(2)........ -20
15º) Laura....................(8)........ -27,60
16º) César.....................(4)....... -42,30

viernes, 4 de septiembre de 2009

ORÍGENES DEL PÓQUER

Los orígenes del juego son poco claros, y que mientras unos lo sitúan en Europa, concretamente en Francia, otros aseguran que fue una invención británica, que luego se extendió al continente y, posteriormente, se trasladó a los Estados Unidos.
Sea como sea, lo cierto es que ya en tiempos muy antiguos se jugaban variantes más o menos parecidas al póker actual, tanto en los casinos o en los garitos como entre la gente de peor calaña, e incluso en los círculos familiares y en los lugares de élite, como los clubes privados de los caballeros de alto copete. Verdaderas fortunas se ganaban o perdían ante el verde tapete, con los cinco naipes del póker en la mano. Y muchos eran los que, tras una partida particularmente desafortunada, ponían fin a su vida de un disparo o arrojándose a un barranco o un río. Se sabe incluso de jugadores que se han jugado todas sus propiedades, e incluso a su novia, amante o esposa, en un desesperado intento por recuperarse de las pérdidas, con suerte varia, por supuesto.
La historia del póker está llena de anécdotas, algunas divertidas y las más, dramáticas e incluso trágicas. En la Inglaterra de los Hannover, sin ir más lejos, durante el siglo XVIII, era frecuente que ricos caballeros confiados acudiesen a timbas ilegales, donde reunirse a jugar con caballeros de empolvada peluca y lujosa casaca, que no eran sino tahúres de rico disfraz, dispuestos a esquilmar a sus confiadas víctimas. No siempre se trataba de verdaderos truhanes de baja estofa, sino que incluso aristócratas y caballeretes con más títulos que dinero, caían lo bastante bajo como para estafar con sus trampas a quienes caían en la trampa.
Incluso folletones de la época, reflejan ese ambiente, donde muchas veces, tanto en la realidad como en la literatura popular, las víctimas acababan siendo asesinadas cuando descubrían al tramposo y querían organizar el escándalo. Pero de eso no se puede culpar al póquer o a cualquier otro juego de los que se practicasen, porque lo realmente malo estaba en la gente que lo practicaba con fines lucrativos y mediante el engaño y la trampa.
Otra de las épocas doradas del juego, como ya hemos dicho antes, como todo lo bueno y lo malo que ello pudiera tener, fue la del Oeste americano y su colonización.
Resulta lógico que, a un mundo en formación como era el Oeste de los Estados Unidos en el siglo XIX, llegasen aventureros de toda laya, dispuestos a enriquecerse fácilmente. Las grandes rutas ganaderas y Ios yacimientos de oro o plata eran lugares idóneos para que esas gentes poco recomendables sentaran sus bases. Quienes no recurrían al robo directo, asaltando diligencias, viajeros o ferrocarriles, revólver en mano, tenían otro método menos arriesgado en sus manos: el juego.
Si había casinos o saloons, como Ios Ilamaban entonces, mejor que mejor. Si no, ellos montaban su timba donde fuese. El objetivo y sus resultados eran los mismos: desplumar incautos, casi siempre vaqueros que acababan de recibir sus buenas pagas, y estaban ansiosos por dilapidarla en alcohol, mujeres y juego. Aunque había ruletas y ruedas de la fortuna en los casinos, el póker era el juego preferido de casi todos.
Del póker acostumbraban a decir los vaqueros que era el único juego adecuado para hombres que existía. No les importaba que sus salarios se perdieran en ese juego pero sí importaba, y mucho, que no sufrieran las habilidades de un tramposo y éste pudiera ser descubierto. La cosa terminaba, inevitablemente, con la muerte del tahúr, de un tiro en el corazón o bien éste, si era más rápido, disparaba su derringer sobre su acusador. Muchas partidas de entonces tuvieron un final u otro, inevitablemente.
Hay personajes famosos en ese período y lugar de la historia americana, que han pasado a la posteridad por su relación con el juego. AM', Frank Reno, que fue un prodigioso jugador de póker; Doc Holliday, dentista y pistolero, pero sobre todo jugador, amigo y compañero de los hermanos Earp en Tombstone, cuando el famoso tiroteo en el O. K Corral; y por supuesto, el legendario Wild Bill Hickok, pistolero y agente de la ley después, gran aficionado al póker, que precisamente habría de encontrar la muerte en Deadwood, en agosto de 1876, asesinado por la espalda cuando jugaba al póker en la trastienda de un saloon propiedad de un tal Carl Mann.
El famoso Hickok fue muerto por Jack McCall, un individuo repulsivo y cobarde, que fue incapaz de enfrentarse cara a cara con el gran Wild Bill. Aunque salió absuelto de un primer juicio, en un segundo proceso fue condenado a la horca por asesinato. Bill había muerto con una jugada sin gran valor en Ias manos, pero la leyenda dijo que al morir tenía "la mano de la muerte", tal vez por fantasear un poco sobre aquel sórdido suceso que marcó el final de una leyenda hecha de actos violentos y de muerte. El propio Hickok admitió en una entrevista que había matado en su vida a más de cien hombres, aunque evidentemente exageraba. Eso sí, nunca mató a nadie durante una partida de póker.
También en los Estados Unidos, antes y durante la colonización del Oeste, fue cuando los casinos flotantes hicieron su agosto, en los viajes a lo largo de los ríos Mississippi y Misouri. La ruleta, el faro o el póker, eran los juegos habituales a bordo. Y los que atraían por un igual a viajeros y a tahúres, con una misma finalidad: ganar dinero. Sólo que mientras los primeros difícilmente lo conseguían, los segundos eran maestros en esa ciencia. A veces no se admitían tahúres a bordo, pero sí jugadores profesionales. La diferencia estaba en que unos hacían trampas y otros no. El resultado para los viajeros era el mismo: perder su dinero. Los profesionales, sin necesidad de trampas, eran capaces de desplumar al más hábil de sus adversarios. Habían nacido virtualmente con una baraja en la mano, y su pericia con ella era tan grande como su astucia para leer en los rostros de sus adversarios. El juego no tenía secretos para ellos, y eso les hacía muy superiores en el tapete de juego.
Cierto que se han forjado muchas fantasías, tanto acerca del Oeste como de los barcos de río y sus partidas de póker, pero sorprendería a muchos conocer hechos sobre el tema que Ilegan incluso a superar la imaginación de escritores y cineastas.
Cuando el ferrocarril fue una realidad en aquellas tierras, también los vagones de tren se convirtieron en improvisadas timbas las más de las veces, y asimismo era fácil encontrar a jugadores profesionales, tramposos o no, en los viajes más largos, siempre con sus flamantes mazos de naipes dispuestos para el juego. No resulta extraño que muchos picaran el anzuelo, para animar las interminables horas a bordo de un convoy lento, donde el polvo y la carbonilla hacía aún más insufrible la duración del viaje.
También los turbulentos años veinte iban a ser un emporio para el juego, pero en otras regiones de los Estados Unidos, mucho más al Este: Nueva York, Chicago, Atlantic City...
Eran tiempos de la famosa “enmienda a la Constitución”, la celebérrima y desdichada Ley Seca, con la que el Gobierno pretendió justamente lo contrario de lo que consiguió: hacer que los americanos dejasen de beber.
Es bien sabido que basta prohibir algo para que mucha gente que no había pensado antes en ello, decida probar lo prohibido. Hubo muchos más alcohólicos en el país de los que había habido nunca, y por añadidura surgió la lacra del gangsterismo.
Las mafias italianas e irlandesas se hicieron dueñas del país, para producir o importar licores ilegales. El whisky, la ginebra o el ron se fabricaron clandestinamente o se pasaron a través de la frontera canadiense, y ello redundó en una pésima calidad del producto, un mayor precio y una clandestinidad que permitió a sus contrabandistas crear un enorme entramado delictivo, basado no sólo en el alcohol, sino también en el juego y en la prostitución.
Los burdeles eran a la vez garitos donde se bebía cuanto se quería, y se jugaba a todo, desde la ruleta al póker. Personajes como Al Capone en Chicago o Lucky Luciano en Nueva York, se convirtieron en auténticos zares del crimen. Las bandas competidoras se enfrentaron a ellos y comenzó la guerra del hampa. Los asesinatos y matanzas estaban a la orden del día, en medio de un ambiente frívolo y despreocupado, en el que la gente rica frecuentaba los peores recintos, en busca de alcohol y emociones fuertes, mientras la pobreza se hacía más y más ostensible en las calles de las grandes ciudades.
En ese clima de violencia, italianos e irlandeses luchaban por la hegemonía en el mundo del crimen, que era el gran negocio de la época. La vida parecía girar en torno al alcohol y el juego. Grandes recintos lujosos acogían a lo mejor de la sociedad, para dilapidar millones en las mesas de juego. El póker era el gran protagonista, el juego favorito, tanto de los ciudadanos de bien como de los propios gangsters. El cine nos ha dejado numerosas imágenes de pistoleros sentados en torno a una mesa de juego, pasando enormes sumas de dólares de mano en mano, en una atmósfera densa y humeante. La realidad no distaba mucho, ciertamente, de esa ficción.
Pero aunque explotado por los gangsters, el juego iba a ser de inmediato un monopolio más del Sindicato del Crimen, cuyos garitos se mantenían incólumes gracias al soborno de políticos y policías.
En los Estados Unidos, existen Estados que permiten el juego, otros que lo prohíben y algunos que permiten unos y prohíben otros. Pero eso no le importaba al Sindicato. En todas partes, autorizado o no, lo hizo monopolio suyo, a través de sus armas preferidas: la violencia y el crimen.
Se calcula que el juego -del que era protagonista indiscutible el póker-, facilitaba al Sindicato beneficios de hasta veinte o veinticinco millones de dólares anuales de aquellos tiempos. Aunque las apuestas de caballos les facilitasen aún más beneficios, el negocio del juego de casino era más sencillo y de mejor explotación. Incluso en Nevada, donde el juego es legal, lograron los gangsters hacerse con el monopolio del mismo. Cualquier competidor que surgiese, era inmediatamente obligado a abandonar. Y si no abandonaba, no tardaba en aparecer muerto.
Es lamentable que tantas y tantas cosas relacionadas con el juego del póker resulten negativas, pero no podemos culpar al juego en sí, ni a ningún otro juego, de lo que pueda rodearle por ambición o falta de escrúpulos de quienes se relacionan con él. Al juego en sí, si le despojamos de la codicia humana o de los intereses creados en torno a él, no podemos acusarle de ser responsable de nada. Si la finalidad de una partida de póker es divertirse, intentar ganar algo, cosa muy humana por cierto, sin apelar nunca a malas artes, no tiene por qué ser considerado como perjudicial. Como en todas las cosas, lo realmente malo está en el uso que se haga del propio juego.
¿Qué tiene de negativo tomar una copa o visitar un casino? Lo malo es embriagarse o jugarse hasta las pestañas. También un medicamento, en dosis excesiva, puede matar.
Lo que sucede es que, sea en tiempos antiguos, en el lejano Oeste americano, en el imperio de los gangsters o en nuestro mundo actual, el póker ofrece el mismo atractivo, idénticos alicientes. Pero en torno a él, en vez de un grupo de jugadores bienintencionados, dispuestos a pasar un buen rato jugando con sus emociones, pueden surgir los especuladores de siempre, los ventajistas sin escrúpulos que todo lo pervierten.
Y eso es siempre lo peor. En el póker, y en todos los órdenes de la vida.
Pero no solamente en los ambientes citados se hizo popular el juego del póker durante muchos años. En el propio Oeste, los mineros consumían también sus horas de asueto en torno a una mesa más o menos improvisada, dentro de sus tiendas de lona o de sus chozas, jugándose pepitas de oro, oro en polvo o billetes y monedas, cuando no iban a la población más cercana, en busca de provisiones o a celebrar el hallazgo de alguna vez, y se embarcaban en los casinos para jugarse los beneficios de una larga temporada de duro trabajo en busca del preciado mineral.
Puede decirse que todas las profesiones más duras y fatigosas, tenían por entonces la válvula de escape del juego, para olvidar los momentos difíciles. Y que de todos los juegos, sin duda el póker era el verdadero rey.
Por la misma razón, los marinos hicieron asimismo del póker la principal de sus distracciones a bordo cuando estaban libres de servicio y podían reunirse en sus camarotes o en la bodega del barco, para jugarse sus soldadas. En tiempos de los piratas, estos se jugaron muchas veces el botín obtenido en un sangriento abordaje, en una mesa de juego donde no era difícil que un perdedor creyese ver trampas donde no las había -aunque a veces sí las hubiese-, y la partida terminase con un pistoletazo que mataba al tramposo o a su acusador, según fueran las cosas.
Actualmente, también los marinos, que pasan largas temporadas en alta mar, como pueden ser los pescadores o los que prestan servicio en la Marina de 'su país, tienen en el póker una de sus principales diversiones, ya que a bordo suele estar prohibido el alcohol, por razones de seguridad, y por supuesto las mujeres brillan por su ausencia. En esas circunstancias, rodeados de mar por todas partes, a veces durante meses enteros, qué les queda a los embarcados, sino buscar un rato de asueto con unos naipes en la mano.
Y si bien los Latinos pueden optar por el póker o los juegos con baraja española, los de otras latitudes, como británicos, norteamericanos, canadienses, australianos o franceses, pongamos por caso, se deciden inevitablemente por el póker para consumir esas horas en que no tienen nada que hacer.
También en otras profesiones, como los que trabajan en plataformas petrolíferas marítimas, los fareros, los pastores y mucha otra gente que se encuentra en reducido grupo y en solitario durante largos períodos de tiempo, suelen acudir al mismo juego para paliar el aburrimiento. Puede decirse que, globalmente, en el mundo entero se juega, y mucho, al más popular de los juegos de naipes que jamás ha existido.
Evidentemente, algo fascinador tiene el póker cuando se adapta de modo tan perfecto a cualquier mentalidad o ambiente, y cuando se ha conservado y se conservará durante siglos, con muy escasas variantes en su forma de jugar.

ANÉCDOTAS SOBRE EL JUEGO DEL PÓQUER

Existen sorprendentes, y a veces increíbles historias acerca del juego del póker en todos los tiempos. Algunas pueden ser ciertas o no, pero la verdad es que han circulado de generación en generación como si lo fuesen, y no tenemos por qué dudar de ellas. Otras son muy recientes, e incluso han llegado a publicarse en los medios de difusión, por lo que suponemos que sí son absolutamente ciertas.
La más antigua que se relata, se refiere al siglo XVIII, concretamente a 1756, en Inglaterra. Sir Robert Walpole participó en una partida de supuestos caballeros como él, antes de que fuese nombrado primer ministro de gobierno de Su Majestad. Ocurrió que, entre los jugadores aparentemente honorables de aquella partida, uno de ellos, por añadidura Lord del reino, era un hábil y redomado tramposo, que desplumó a todos sus compañeros de juego. A Sir Robert no le iba de esas perdidas, pero un honesto comerciante que se embarcó en ella, fue virtualmente arruinado aquella noche. Perdida hasta su última guinea, su desesperación no tuvo límites.
Pero he aquí que, en su regreso a su mansión, el Lord tramposo fue asaltado por unos bandoleros, cosa por entonces harto frecuente en los caminos ingleses, y despojado a punta de pistola de todas sus riquezas mal obtenidas. El tramposo murió de una apoplejía horas más tarde. Y el comerciante recibió de forma anónima cuanto le había sido expoliado en la partida de póker, evitando su suicidio.
Se supone -y Sir Robert Walpole era el primero en creerlo así-, que uno de los elegantes “caballeros” que jugara la partida, debía de ser el capitán o un miembro de la partida de salteadores, para estar tan bien enterado de todo.
La partida más larga de póker -aunque entonces no existía el Libro Guiness de los récords-, se supone que fue la celebrada en 1890 en un barco de do del Mississippi, que duró la friolera de 72 horas sin interrupción -salvo las indispensables para que cada jugador fuese a los servicios o tomase algún frugal alimento o bebida-, y cuyo ganador sufrió una crisis cardiaca al final, motivo de la suspensión de la partida. Al fallecer ese jugador, sus ganancias fueron escrupulosamente entregadas, hasta el último centavo, a su desconsolada viuda.
La partida más corta, en cambio, de la que se tiene noticia, fue la celebrada en el Oeste americano, concretamente en Dodge City, entre dos tahúres que se odiaban profundamente. Duró solamente una mano, y al acusar uno de ellos al otro jugador de hacer trampas, ambos desenfundaron sus derringers y se dispararon simultáneamente. Ambos murieron del disparo.
La partida más cara de que se tiene constancia, tuvo por escenario un lujoso garito de Chicago regentado por la banda de Capone. Era 1928, y jugaban la partida grandes magnates y políticos de la época. Las apuestas que se cruzaban, impelidos los jugadores por el alcohol, la excitación del juego y, posiblemente, alguna droga por medio, eran realmente desorbitadas.
Tanto llegaron a subir las apuestas que llegó un momento en que en el centro de la mesa se reunió en fichas un pozo de casi dos millones de dólares de los de entonces.
Lo curioso es que ese enorme pozo fue a parar a manos de un audaz jugador que poseía solamente un trío de dos. Se dice que era un gangster el ganador, aunque otros aseguran que era un hombre cercano al Gobierno, que jugaba de incógnito, y al que se le dejó ganar. Fuese como fuese, es la postura más alta que se recuerda en el póker.
Mucho más recientemente, hemos podido leerlo todos, e incluso verlo en los noticiarios de televisión, que el campeón del mundo de póker, en los Estados Unidos, gang en 1990 la friolera de un millón de dólares por ser el mejor jugador del torneo.
Ese jugador, en la última mano de la partida, ganó con solamente dobles parejas. Para alcanzar el título mundial con semejante juego, se demuestran dos cosas: que era un gran jugador, y que faroleaba de maravilla. Pero también se demuestra con ello lo que hemos venido diciendo desde un principio: que el póker no es en absoluto un juego de azar, sino de habilidad, pericia, inteligencia, sentido psicológico, dotes de observación y audacia. Esa forma de ganar todo un campeonato del mundo de la modalidad, lo demuestran sobradamente.

VARIANTES DEL PÓQUER

Existe una variante del póker realmente curiosa y poco habitual, que en la actualidad no se juega, y que incluso en otros tiempos se jugaba muy raramente, por los riesgos que implicaba, sobre todo si ese juego se llevaba a cabo en ambientes dados a las reacciones violentas. Que es, precisamente, donde se solía jugar con mayor frecuencia, ya que por lo general eran gente que buscaban emociones fuertes en todo, y esa modalidad de póker las ofrecía en abundancia.
Podemos denominarle, y de hecho así le llamaban muchos, .póker ciego* (nada que ver con lo que antes hablamos sobre el jugador que dice .yo soy ciego*). Y ciego y bien ciego era.
Se repartían los naipes como es habitual, de uno en uno hasta los cinco reglamentarios. Pero todas las cartas boca abajo, delante de cada jugador. Ya había el pozo inicial en medio de la mesa. Y al alzar la primera carta, se hacía el primer envite. El que tenía una K o un as, hacía la postura más fuerte. Los demás, aceptaban o no, según su naipe visto. El que pasaba, esperaba turno siguiente, pero entonces, si aceptaba seguir, debía aceptar el segundo envite total, y añadirle el doble del envite previo. Y así sucesivamente al ir destapando cada carta.
Si uno mostraba tres naipes con un trío o cuatro con un póker, es obvio que subía a tope. Si alguien aceptaba, se llegaba al final. Y si no, no era necesario destapar la carta o cartas que restaban, dando por terminado el juego y llevándose el ganador de la jugada más alta el dinero de la mesa.
Como se ve, era un juego osado y traicionero, porque a veces las cartas altas exhibidas eran vencidas por alguien que parecía tener menos posibilidades. Pero, eso sí, el farol estaba descontado, porque nadie podía apostar en falso, a la vista de sus propios naipes descubiertos. Se convertía así elpóker en un juego de envite, paro a cartas vistas, aunque el inicio de la partida fuese de lo más “ciego”. Pero insistimos en que esa modalidad era poco habitual, y reducida a ambientes muy concretos. No es un modo de juego que haya pasado a la posteridad, ni mucho menos.
Es tal la influencia del póker sobre cualquier otro juego, que incluso algo tan antiguo como el de Ios dados -ya se jugaban en el Antiguo Egipto o en Roma, e incluso se sabe que la túnica de Cristo se la jugaron Ios romanos a los dados-, pasó de ser el tradicional juego de puntos, del uno al seis, a convertirse en un juego de “póker de dados.
Para ello, se sustituyeron las seis caras del dado con seis motivos diferentes a sus puntos tradicionales, o redondeles oscuros del uno al seis, por seis naipes de la baraja de póker, exactamente comenzando por el 9, y siguiendo por el 10, J, Q K y A. Se juega, como en el caso de los naipes, con cinco dados en el cubilete. Se arrojan una primera vez, y se apartan los dados válidos para una jugada, por ejemplo un as, o dos K, dos Q dos J, dos 10 o dos 9, y mejor si salen de un principio tres o cuatro, naturalmente. Aquí no valen las dobles parejas ni los fulls, a menos que se haya decidido así previamente, ni tan siquiera una escalera. Se va únicamente al póker o al repóker, e incluso a más, si tenemos la fortuna de que inicialmente nos salgan ya cinco figuras iguales.
Porque se tiran dos veces más, y se van reuniendo todas las figuras que nos han salido. Cuando hay cinco reunidas y queda alguna tirada por hacer, se recogen todos los dados y se vuelve a tirar, sumando las caras iguales que nos hayan salido a las cinco que ya teníamos antes.
Si en la primera o segunda tirada no sale nada aprovechable -una pareja o un as-, se recogen todos los dados y se sigue tirando, pero eso no significa que podamos hacer más de tres tiradas, sino que esperaremos a que en una segunda o tercera tirada nos salga algo aprovechable. Habitualmente -salvo decidir previamente lo contrario de mutuo acuerdo entre los jugadores-, el as tiene el valor de comodín, y por tanto se puede convertir en lo que nos convenga según la jugada que hemos sacado. Es decir, si obtenemos tres K y un as, pongamos por ejemplo, tenemos cuatro K. Y así en todos los casos. Por eso, a veces, uno elige quedarse con un as y una K, pongamos por caso, esperando que en la siguiente tirada, salga alguna K o algún as más, para hacer jugada.
A este póker también se puede jugar fuerte si se desea, porque hay distintos medios de jugarlo, desde los que hacen una partida a puntos, simplemente por entretenimiento, jugándose una consumación o cosa parecida, hasta quienes envidan a cada jugada o tirada que se hace, y los contrarios aceptan o la rechazan. Asimismo se puede jugar de compañeros -cosa que con los naipes es imposible en el póker, al contrario que en algunos otros juegos de cartas-, sumando los puntos por parejas. En los casinos se juega a los dados, pero a los puntos, y los de póker rara vez son utilizados en esos establecimientos, aunque en los garitos ilegales se puede jugar a todo lo que se quiera.
Dentro del apartado de curiosidades respecto al póker, podemos incluir también las relativas a la propia baraja. Esta, como tal, con todas las variantes experimentadas a lo largo de los siglos, tiene su propia historia, al margen de su exacto grafismo actual. Es decir, que en su origen, tanto la Ramada .baraja española” como la “americana o francesa” que se usa en el póker -advirtamos que en los países latinos también se juega a veces al póker con grafismos de baraja española, esto es con oros, copas, espadas y bastos, -sólo que añadiéndole en el contorno de la figura una especie de recuadro con el palo de la carta, y su número o figura bien visible. Esto es, añadiendo a la baraja tradicional española un ocho, un nueve y un diez, usando el caballo como Q -letra que figura en ambos picos de la carta, caso de utilizarlas para el póker-, la sota como J y el rey como K. El juego no varía lo más mínimo una vez otorgados esos valores en su ángulo superior izquierdo y en el inferior derecho, tal y como lo vemos en las cartas francesas.
De hecho, hace muchos años que se usan ese tipo de cartas como alternativas para jugar al rummy o “ramiro”, especialmente en los casinos de las capitales de provincia españolas, así como en los domicilios y círculos familiares.

HISTORIA DE LA BARAJA

No son demasiado precisos ni conocidos los orígenes exactos del juego de cartas. Hay quien dice que los naipes fueron utilizados originariamente como simples instrumentos adivinatorios, como el tarot, y de ahí pasaron a convertirse en instrumento de juego de azar, pero la teoría no ha sido suficientemente probada.
Se teoriza sobre la posibilidad de que las 52 cartas simbolizan las 52 semanas del año, las 12 figuras corresponden a los signos del zodíaco, las trece cartas de cada palo los meses lunares y los cuatro palos las cuatro estaciones. Es una teoría interesante, pero no demostrable, por cuanto a lo largo de los siglos, no se han alterado sus símbolos ni su grafismo salvo para estilizarlo más o menos, pero nunca para alterarlo.
Otro criterio es que cada palo tiene una significación concreta. Los oros o diamantes, sedan el Comercio, según la hipótesis; las espadas o picas, la Milicia; los bastos o tréboles la Agricultura; y, finalmente, las copas o corazones la Religión. A esta última teoría se han sumado numerosos estudiosos del tema.
Sea como sea, parece ser que los primeros juegos de naipes tienen su origen en Europa, muy posiblemente de origen italiano, y se comenzaron a popularizar a partir del siglo XIV.
Refuerza esa teoría el hecho probado de que ya en 1330 se jugaba en España y tenía un cierto arraigo en el país, dado que en ese año el rey Alfonso XI dictó una orden, prohibiendo expresamente a los Caballeros de la Orden de la Banda, que él había fundado, intervenir en “partidas de naipes ni cosa parecida”. Más tarde, en 1387, otro rey español, Juan I, ampliaría esa prohibición a todos sus súbditos, no permitiendo legalmente ningún juego de cartas.
Pero como sucede siempre con esta clase de prohibiciones que van contra el sentir popular, tanto por la diversión que el juego produce en sí, como por sus indudables efectos en lo económico, no con ello se logra erradicar el juego ni mucho menos, y se practica clandestinamente, hasta que ya en 1543 el Estado español estipula que nadie puede entrar naipes en España. Y un año más tarde, concede a un banquero de Medina la exclusiva de ventas de barajas, apareciendo en el siglo XVII, por vez primera, un impuesto que se conoció con el nombre de "renta de naipes".
En otros países europeos suceden cosas parecidas, alternándose las prohibiciones reales con los permisos y licencias que permiten a los diversos Estados recaudar fondos e impuestos gracias a unos juegos que nadie, pese a cuanto se puedan prohibir, dejará de practicar en sus casas o en locales clandestinos.
Así, van arraigando en la sociedad los más variados juegos, desde las inocentes partidas caseras y familiares hasta Ias grandes timbas de casino o de recinto más o menos legal, que hacen correr inmensas fortunas y generan tantas euforias como desgracias, e incluso llegan a causar asesinatos y suicidios.
Se sabe que existen curiosos juegos de naipes hechos de plata y otros metales preciosos, de una notable antigüedad. Especialmente para las artes adivinatorias, se han encontrado cartas no sólo de plata, sino alguna de oro, de origen remoto. Son naipes rudimentarios, pero de un enorme valor histórico y material, que hablan ya, si no de juegos concretos, sí de posible utilidad adivinatoria. Tengamos en cuenta que al tarot, posible origen de todos los juegos de naipes, se le atribuye, con bastante fundamento, origen tan lejano como es el egipcio. Es más, existe un “tarot egipcio” que no responde a ningún capricho, sino a indicios claros de que dicho juego de naipes ya se encontraba en tan remoto pueblo.
Hay quien piensa, incluso, que los naipes pueden tener un origen chino, como sucede con el dominó o el mah-jong, pero lo cierto es que, de provenir de ese país, tendría que ser con anterioridad al propio Antiguo Egipto, y eso ya no parece probable.
Hoy en día, los fabricantes de naipes han derrochado imaginación en recrear nuevos juegos de cartas, sobre todo del grafismo francés o americano, adoptando toda clase de temas a los naipes tradicionales. Así, podemos ver motivos históricos en ellos -egipcios, persas, etruscos, árabes, medievales, etc.-, artísticos -cuadros o esculturas famosos-, culturales, taurinos, deportivos, cinematográficos, políticos, geográficos, conmemorativos, eróticos y un largo etcétera, sin alterar el palo o el valor de cada carta.
También muchos países encargan emisiones de barajas conmemorativas de sus efemérides nacionales, como se encargan en filatelia sellos de conmemoración. Y hemos podido ver barajas como homenaje a la Guerra de Suez, a la de Secesión americana, al jubileo real británico, a la conquista de la Luna o a los éxitos espaciales, a los Juegos Olímpicos y otros muchos acontecimientos. Resulta obvio apuntar que esas ediciones hacen las delicias de los coleccionistas de naipes, que los hay y en abundancia.
En España, un museo del naipe, digno de visitar es el que posee la firma Heraclio Fournier en su sede de Vitoria (Alava), donde por cierto pueden verse hasta naipes circulares, labrados en plata pura, dentro de una amplísima y fascinante colección de barajas de todo el mundo y de todos los tiempos.

martes, 1 de septiembre de 2009

CLASIFICACIÓN PROVISIONAL SEPTIEMBRE 2009

1º) Brumel...................(4)........ 68,65
2º) Bea Hum*...............(1)........28,40
3º) Miguel....................(2)........ 10,45
4º) El Profeta...............(2)........ 6,4
5º) Ángel.................... (4)......... 0,35
6º) Alfonso...................(4)........ -2
7º) Fabio.................... (3)........ -3,65
8º) Brocha*.................(1)....... -10
9º) César.....................(2)....... -12,3
10º) Javi Noya*..........(1)....... -15
11º) Héctor*...............(1)........-15
12º) Laura...................(4)...... -15,55
13º) Sandra*............. (1)......... -16,05
14º) Seryis..................(3)........ -16,95